miércoles, febrero 20, 2008


Como una experiencia más socializadora, de la revolución libertaria, ocurrida en España a partir del 19 de julio de 1936 se encuentra, sorprendentemente, la de la producción cinematográfica. Una producción que fue mucho más rica de lo que se puede pensar, en manos de los trabajadores, con la realización de films no solo al servicio de una revolución -indisociable, no lo olvidemos, del conflicto armado contra el fascismo-, sino incluso con la curiosa elaboración de películas de genero que pretendían competir con el cine burgués, las llamadas películas "base".
La superioridad productiva y coherencia de la ciudad de Barcelona en comparación a la capital fue notoria, debido a la hegemonía de la central formada por la CNT y la SUEP (Sindicato Único de Espectáculos Públicos). En Madrid, en cambio, existía una mayor diversidad y, a la postre, ineficacia y desorganización. Se puede hablar de más de un centenar de títulos, que hace que el cine anarquista no tenga parangón con ninguna otra organización política, sindical o gubernamental, lo que supone una valiosa muestra de la clase de organización promovida por cientos de miles de hombres y mujeres unidos por una voluntad libertaria. Ramón Sala Noguer en su libro El cine en la España republicana durante la guerra civil habla de dos grandes bloques en esta producción que nos trata: los reportajes de retaguardia y guerra, a los que puede añadirse como subespecie, los documentales de divulgación y adoctrinamiento, y los ya mencionados films base, así como los de complemento también de ficción, pero de menor duración que acompañaban a la primeros en la programación.
Parafraseando a Alejandro Montiel en su artículo “Patrimonio incuriado” (Revista El Viejo Topo, noviembre de 2000): “Rescatar de la incuria en que se halla el rico y elocuente patrimonio cinematográfico del anarquismo español producido entre 1936 y 1938, así como exigir su difusión en todos los ámbitos -no sólo en los minoritarios, como las Filmotecas españolas y extranjeras, sino también, y sobre todo, en las escuelas, institutos, universidades y en las televisiones públicas- no nos parece una tarea en absoluto postergable”. Se trata de un deseo muy loable, pero tal vez demasiado ingenuo, exigirle al poder que difunda experiencias que van enfrentadas a su naturaleza, eso por no hablar del bloque único existente en este país con la intención de olvidar una revolución anarquista que, jamás nos cansaremos de repetir, existió con mayúsculas.
Valga, como una prueba más, esta valiosa producción en el ámbito del celuloide.

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