lunes, febrero 25, 2008

He de reconocer que hace tiempo que no seguía a un director, venerado hace años por el joven izquierdista que yo era, como Ken Loach. No recuerdo una película mala de este hombre, pero en algunas de ellas bordea tal vez el maniqueísmo, a pesar de lo obvio de sus denuncias anticapitalistas.

En el caso de "En un mundo libre..." (o, para ser más exactos, la traducción literal del título original: "Esto es un mundo libre...") nos encontramos a un Loach, y a su guionista habitual de las últimas películas Paul Laverty, en buena forma y que, de alguna manera, parecen pretender un cambio de registro. Esta vez, la idealizada clase trabajadora no es la protagonista de la historia (por supuesto, es la víctima, para concretar más los inmigrantes), sino una empleada treinteañera que decide subir puestos en el escalafón social y montar su propia empresa de trabajo eventual. Por supuesto, con ello asistiremos a un grado de corrupción moral que no parece encontrar límites y ahí tengo algún pero, cuando Laverty y Loach construyen el retrato de una persona harta de que la exploten y decide pasar de víctima a verdugo sí, pero con alguna intención "humanitaria". El cambio de registro del personaje no me queda claro: ¿falta absoluta de escrupulos? (con alguna secuencia que podía haber sido más sutil) o ¿sinceridad en su intento de ayudar en situaciones extremas?. Tal vez se nos quiera decir que en este último caso el personaje no es sincero y también aprovechado, pero es exigible mayor dimensión y menos maniqueísmo, no todo vale para enfatizar el mensaje de denuncia. Por otra parte, una ruptura "violenta" en la parte final de la película (que no voy a desvelar), también con intenciones didácticas (la explotación conlleva lo que conlleva), y que podría suponer la justificación (que no aprobación, a ver si entienden algunos la diferencia) de las acciones violentas de los oprimidos, he de reconocer que hizo que tomara algo de "vidilla" el film a mis ojos. Por otra parte, es agradecible que se recuerde que todos formamos parte de un sistema injusto, sin dejar de mostrar quienes lo sufren en mayor medida y quienes optan por decisiones de mayor calado moral en su propio perjuicio, y que somos los consumidores los que nos aprovechamos y sustentamos en última instancia tanta explotación capitalista.
Hay un detalle de guión que me ha gustado especialmente, sin tratar de desvelar nada y haciendo tal vez una lectura demasiado especial por mi parte, y es cuando el padre de la protagonista le habla de los inmigrantes, de la situación de sus países y de su buena formación para hacer determinados trabajos. La nueva empresaria, en una tergiversación del discurso recriminatorio que le están haciendo, viene a acusar sutilmente a su interlocutor de xenofobia. He querido ver en esta secuencia, situada en un parque donde pasean padre e hija y con la presencia del nieto (al que su madre quiere otorgar un futuro a cualquier precio), una acusación a ciertas mentalidades progres y aburguesadas.
Los actores en las películas de Loach suelen estar admirablemente brillantes, desconocidos para mí en este caso, y ayudan muchísimo a la veracidad de este cine naturalista del que el realizador inglés es uno de los mejores exponentes.

Otra buena película de Loach, pero la cuestión es si la pretensiones de denuncia de este tipo de cine van más allá de sus fieles, convencidos ya (con diferentes grados de acomodo, supongo) de que no vivimos en el mejor de los mundos.

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