lunes, marzo 24, 2008

Si varios filmes norteamericanos han sido muy críticos ya con la invasión de Irak -películas como Redacted, del muy sobrevalorado De Palma, o La Batalla de Hadiza, de Nick Broomfield-, se estrena ahora -en Madrid, solo en los cines Golem, en una sala minúscula-, una estremecedora película realizada por un irakí. Ahlaam es casi casi un documental, neorrealismo le llaman los amantes de las etiquetas, y su director Mohamed Al-Daradji logra aunar talento y honestidad con una evidente escasez de medios y sin ninguna protección -la película está rodada en el mismo país, en el núcleo de una feroz pesadilla, con un riesgo para el equipo de rodaje, desgraciadamente con víctimas, como nos recuerdan en los títulos finales-. El director parece querer volver a sus raíces y establecer una mirada hacia su pueblo, un pueblo víctima primero de una sanguinaria dictadura y después pisoteado por unos ejércitos extranjeros que hablaban de "libertad" o "democracia". Su obra rezuma veracidad por los cuatro costados, con una serie de personajes que parecen interpretar sus propias vidas, vidas que tienen aspiraciones tan cotidianas como las de cualquier ser humano en cualquier punto del planeta. Tiene mucho valor el guión, firmado por el propio Al-Daradji, recordándonos en flash-back los horrores de la dictadura militar de Hussein y cómo ya en el 98 fue su país bombardeado por fuerzas anglo-americanas -piensen ustedes quién dirigía en ese momento la administración norteamericana y se les acabarán las ganas de ningún maniqueísmo sobre la "democracia"-, los momentos previos a la caída del régimen y el horror desatado ante la invasión militar extranjera. Todo ello narrado desde la perspectiva de las personas normales, civiles o soldados forzados por las circunstancias, mostrándonos como su vida e incluso su salud mental queda condicionada por el horror.
Mohamed Al-Daradji huyó de la dictadura en el año 95, para emprender estudios cinematográficos en Gran Bretaña y Holanda, y ha declarado que la idea para su película nació de las impactantes imágenes, que contempló en la televisión, del bombardeo de una institución siquiátrica y el posterior deambular de los pacientes en el campo de batalla. Es la perfecta metáfora para una "guerra de locos", como todas las guerras. Como dijo una vez un político que perdió un hijo en la Guerra de Irak, "malditas sean las guerras y los que las promueven".
Un ex-presidente del gobierno español ha declarado, parece que orgulloso, que volvería a apoyar el conflicto y que la situación en Irak es muy buena, con auténticas posibilidades "democráticas". Tal vez, este ciego, iluminado o malnacido -o tal vez las tres cosas- debería visiones realiadades como esta película y asumir el haber escrito con sangre la historia de un pueblo, castigado una y otra vez. Al-Daradji ha reclamado que haya más artistas que cuenten historias sobre el sufrimiento de su gente. Así sea.

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