martes, marzo 11, 2008

Tiene el gran (excesivo, a veces) actor Sean Penn la rara habilidad de convertir sus pretenciosos proyectos cinematográficos como director en unos pestiños de mucho cuidado. Bueno, no soy justo del todo, su episodio sobre los atentados de las torres gemelas, en 11'09''01 - September 11, era auténticamente original y valiente. Su remake (o, para ser más justos, nueva versión de la novela de Friedrich Dürrenmatt) de aquella maravilla que era El cebo, aquí llamada El juramento, tenía cierto valor y aportaba otro punto de vista a una historia auténticamente inquietante.

Ahora nos llega otra historia para inquietarse (aunque no sé si era ese el propósito), Hacia rutas salvajes, basada en hechos reales y que, para mi modesta visión, tras un atractivo planteamiento, no solo bordea el ridículo, sino que se da de bruces con él en el colofón de este cuento delirante. Un chaval decide abandonar la hipocresía de la vida familiar y el terrible materialismo capitalista, y el hecho de que decida quemar su escaso dinero para emprender una ruta escapista personal, no para iniciar una revolución social como sería lo coherente, nos hace prever lo peor. Lo que pretende este hombre, a ratos iluminado, a ratos bastante cuestionable su inteligencia, es una especie de búsqueda de la pureza en una perfecta simbiosis con la naturaleza, tomando como héroes a Thoreau, a Tolstoi y a los personajes de Jack London (y da la impresión que el chico no ha leído mucho más que eso, por otra parte una literatura tan estimulante). La película no deja clara la idiosincrasia del personaje, como sí hace el documental Grizzly Man (está claro que en el film de Werner Herzog se habla de un descerebrado bienintencionado con el que se puede fabricar una historia interesante para una película), se limita a relatar su odisea de manera episódica, con más o menos acierto, en la que se encuentra con personajes la mar de positivos; algo excesivo y artificioso esto último, ya que la única persona inicua representa a la autoridad, lo cual es toda una declaración de intenciones más voluntarista que efectiva. Secuencias donde el protagonista se ve obligado a recular en su empeño, realizando trabajos lamentables y teniendo visiones sobre su futuro excesivas, da una idea de su obstinación poco consistente. La pinta de pequeño sicópata del buen actor que es Emile Hirsch ayuda un poco a poner las cosas en su sitio, pero me da la impresión que las intenciones de este film son un tributo a una odisea que nació ya como imposible. Por otra parte, la voz en off es un recurso muy criticado, sin que yo me oponga a él a priori, pero es que aquí resulta un adorno irritante en lo que parece una búsqueda de las motivaciones del protagonista y de trascendencia a sus convicciones.
Y no, no voy a revelar ni dar pistas de cómo acaba el asunto. Eso sí, el que quiera disfrutar de una buena música, de una bella fotografía y de un puñado de interpretaciones notables tal vez le merezca la pena visionar este film, cuyo título original alude, más que "hacia...", a "dentro de lo salvaje" o "integrado en la naturaleza" (y quizá esté dando ya demasiadas pistas sobre el final de la historia).

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