lunes, abril 07, 2008

Ahora hay cierta tendencia a acusar de demagogo a Michael Moore. Sin embargo, al margen de sus formas sean más o menos afortunadas o sensacionalistas, la tesis que defiende en Bowling for Columbine -que s lo auténticamente importante- me sigue pareciendo muy interesante, al menos para reflexionar un poquillo, digo yo, sobre el modelo de sociedad que tenemos. Si la imagen del fallecido Charlton Heston en el documental de Moore es patética, creo que la mayor parte de la culpa la tiene él mismo y su defensa de un "derecho" anacrónico -el de la segunda enmienda- y su voluntaria ignorancia ante la realidad que supone el libre comercio de armas en su país. No sé si Heston fue siempre un facha redomado -dicen también que no, que en su juventud apoyó el movimiento por los derechos civiles-, tampoco si lo fueron John Ford o John Wayne, sé que fueron personas de un gran talento cinematográfico que escribieron grandes momentos de la historia del cine. En mi memoria, más o menos cinéfila, están momentos como el de su feroz paliza con un Gregory Peck modélico en Horizontes de Grandeza (¡qué película de un director no lo suficientemente valorado como Wyler!) Que el cada vez más sensacionalista diario El Mundo haga hincapié hoy en la controversia, por encima de la faceta meramente cinematográfica del personaje (donde vemos también que interpretó o produjo películas que reflejan la estupidez armamentística o nacionalista como la mítica El planeta de los simios), me parece sencillamente mezquino. Curiosamente, y ya en su madurez, se convirtió en un icono del cine de ciencia-ficción con el mencionado título de Franklin J. Shaffner y otros films del género con base literaria enjundiosa como El último hombre vivo (qué pena de versión de la gran novela de Matheson, aunque al lado de la reciente de Francis Lawrence es casi una maravilla) o Cuando el destino nos alcance. Como titula el más ecuánime diario El País, Heston ha sido un actor de leyenda que otorgo credibilidad a grandes papeles en grandes películas. No es que su integrismo político y religioso -que le llevo a aceptar su Alzhéimer como un mal casi bíblico- me dé igual, sino que creo que sus grandezas o miserias personales deberían quedar en un segundo plano si de lo que hablamos es de cine. O, al menos, contar las cosas como son. John Charles Carter (nombre real de Heston) fue, tal vez, producto de un poderoso país con múltiples contradicciones. Si depredadores hambrientos de poder como John McCain consideran a Heston como "un gran líder" o el director de la NRA le llama "gran patriota" lo único que hace es ver el mundo en que vivimos.

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