domingo, abril 13, 2008


Ahora que tengo oportunidad de volver a disfrutar de algunos episodios de la mítica serie Alfred Hitchcock presenta..., conviene saber un poco más de ella. En 1955, año de comienzo del programa (que duraría siete temporadas), el gran director británico había conseguido la ciudadanía norteamericana, y acababa también la personal y fuera de lo común película The Trouble with Harry (Pero, ¿quién mató a Harry?). Se puede decir que esta obra, una de sus pocas comedias, en la que un grupo de personas se encuentra con un cadaver y todas ellas piensan que lo han matado, marcaría el tono de la serie con lo que el denominó "humor macabro", muy propio de la cultura británica por otra parte. Aquella película fue un fracaso de taquilla y, sin embargo, el primer episodio de Alfred Hitchcock presenta... (uno de los mejores, Revenge, dirigido por el maestro) atrajo ya a millones de televidentes. Eran muchos los atractivos de programa: los originales y muy sarcásticos comentarios iniciales del propio Hitchcock, el mencionado humor negro, los eufemismos, el tono transgresor, la sorpresa final... La serie se convirtió en toda una institución, multiplicando la popularidad de Hitchcock y su cuenta económica. El realizador británico recuperó a su antigua colaboradora Joan Harrison, también erudita en la literatura de misterio y suspense, que intervino activamente en la selección de relatos revisando todo tipo de material existente. Años más tarde, Gordon Hessler y Norman Lloyd realizarían una labor similar a la de Harrison. Este equipo, muy británico, prefería argumentos protagonizados por gente corriente que se ve envuelta en hechos extraordinarios (como el asesinato). A pesar de que Hitch consideraba su labor televisiva como una especie de vacaciones o "novillos" de su quehacer cinematográfico, hay que aclarar la excelente organización que existía en el rodaje de los episodios de la serie. Todos esos factores se notan en el resultado final, siendo la calidad de los episodios desigual, como es lógico dados los múltiples realizadores, pero con una nota habitualmente alta. Robert Stevens fue uno de los directores más prolíficos de Alfred Hitchcock presenta... y el único en obtener un premio Emmy por ella. La elección de los escritores también se realizaba con gran cuidado, optando por guionistas experimentados muchas veces, pero también dando oportunidades a novatos como Henry Slesar, que se acabaría convirtiendo en uno de los escritores más habituales del programa. La conocida música de los títulos iniciales fue seleccionada por el propio Hitchcock, una pieza clásica de Gounod llamada Marcha fúnebre de una marioneta, que sería en el futuro conocida como el "tema de Hitchcock" inevitablemente asociada a la silueta del director que sirvió de logotipo de la serie (y que, por cierto, dibujó él mismo). Las composiciones musicales eran también muy importantes en el programa, y el sindicato consiguió que, frente a la llamada "música fácil" constituida por pequeñas partituras colocadas en el momento apropiado, al menos los trece primeros episodios de cada temporada tuvieran que ser orquestados por un compositor (en el resto, se usaba el método "fácil"). Dado el tono de la inmensa mayoría de los episodios, escasamente moralizante, y los comentarios irónicos del propio Hitchcock, no puedo evitar pensar que el director sentía más simpatía por los criminales que por la ley. El hecho de que el programa concluyera habitualmente con un giro brusco hacía que muchas veces el culpable no fuera aparentemente castigado. Ello inflingía los principios del Motion Picture Production Code (para cine y televisión) y la política de la Bureau of Standards and Practices (oficina de la propia televisión). De haber creado un artificioso final adecuado a esos principios, se hubiera sacrificado el espíritu de la serie. La solución demuestra el ingenio de los artífices de la serie y la estupidez de cualquier censura: el director aparecía al final con un breve comentario que aclaraba que, finalmente, capturaban al culpable (naturalmente, con un sarcasmo no apto para cretinos).

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