sábado, abril 26, 2008

Con Coppola me ocurre algo parece algo parecido que con Berlanga. A un tipo que ha dirigido Plácido o El verdugo, se le puede perdonar cualquier cosa que haga después (y hay que ver las cosas que ha dirigido después Berlanga). De igual modo, el director de las dos primeras películas de la saga El padrino puede haber contribuido ya notablemente a la humanidad sin que tenga que ser castigado por lo que haga después. Quizá Coppola, del que alguno ha dicho que algún día se le conocerá como el padre de Sofía (no hay que ir tan lejos), no tenga películas tan bochornosas como el maestro Berlanga (las cosas hay que decirlas así), exceptuando aquella protagonizada por Kathleen Turner (que era un plagio de Regreso al futuro) u otra de Robin Williams (plagio de una de Tom Hanks). El mismo Coppola acaba de afirmar su ilusión por seguir creando con un nuevo inicio en su carrera, que tal vez recupere de sus primeros films. El caso es que yo quiero reivindicar dos bellas películas de este hombre, rodadas casi al mismo tiempo y con algunos actores comunes, que tal vez no lleguen al nivel de El padrino pero que considero muy estimables y de intenciones nobles y libertarias. La ley de la calle está protagonizada por unos sorprendentes Matt Dillon (siempre buen actor) y Mickey Rourke (otro actor reivindicable, echado a perder por motivos ajenos al mundo del cine). En los años 50, un joven rebelde de extracto social bajo, que añora el tiempo de las pandillas (donde todo era más noble y sencillo, según su visión), anterior a la llegada de las drogas, y que tiene en un pedestal a su hermano mayor, el llamado "chico de la moto" (estupenda la mística puesta en escena, plagada de pintadas reivindicativas de este personaje), que en realidad es alguien desencantado, maleado por la vida y "de vuelta de todo". Un blanco y negro estupendo (con el solo color de esos peces a los que alude el título original) y una vigorosa ambientación (con la metáfora del tiempo en forma de reloj que aparece continuamente), además de esos magníficos actores (el papel del padre, Dennis Hooper, no tiene desperdicio y dice mucho de lo que pretende contar el film), contribuyen a que sea una notable obra de gran poderío visual y argumental. En Rebeldes (de nuevo, de título español fraudulento, ya que The Outsiders alude a los que están en un segundo orden o escalafón) la lucha de clases se aborda directamente, al haber dos pandillas enfrentadas de diferente condición social: "Los grasientos", que cuentan en sus filas con jovenes actores que luego se convertirán en estrellas, el propio Dillon, Rob Low, Tom Cruise, Emilio Estévez, Ralph Macchio, C. Thomas Howell o un ya hiperbólico Patrick Swayze; y "Los Dandis", obvio nombre para unos jovenes adinerados que consideran que siempre estarán arriba. Quizá la parte más floja de la historia es la que subraya la gran sensibilidad de esos jovenes "outsiders", con planos coloristas y edulcorados, y metáforas literarias que anhelan un mundo mejor, pero el film se atreve a no mostrar una realidad plana y maniquea y a tratar de profundizar en la marginación y en la delincuencia, y acaba siendo muy emotiva, con un final trágico para algunos (para aquellos que poseen menos oportunidades y les rodea la desesperanza, como la propia vida). Ambos films están basados en exitosas novelas de la autora Susan E. Hinton, las cuales escribió con tan solo 17 y 18 años.

Etiquetas: , , ,

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio