domingo, abril 20, 2008

He de reconocer que me reí bastante viendo Fuera de carta, la que es la opera prima de Nacho García Velilla, experimentado guionista televisivo. Y creo que se nota mucho esto último, ya que la película tiene mucho que ver con un episodio alargado de telecomedias como 7 vidas o Aída (de las cuales no soy un gran consumidor, pero tengo una opinión, como de todo). Es decir, un argumento mínimo para un guión más bien incoherente (nada menos que cuatro guionistas) y poco ambicioso, plagado de situaciones forzadas, que explota la zafiedad y el estereotipo hasta el exceso y confía excesivamente en la comicidad de los actores. Y, al encontrarnos con un monstruo como Javier Cámara, la cosa acaba funcionando a medio gas durante gran parte del metraje. Sin embargo, unos cuantos gags interpretados con gracia, algún intento de análisis medio serio de cuestiones sociales y un final vitalista acabaron despertando mi simpatía. Cámara no es solo un actor excepcionalmente dotado para la comedia, es que puede con lo que le echen y él solo y su talento acaban justificando toda una película. Si alguien quiere contemplar una interpretación memorable de un gay que nada tiene que ver con el de esta película, ya está tardando en ver la estupenda y no muy valorada Malas temporadas, de Manuel Martín Cuenca. Lola Dueñas es una buena actriz (que no provoca ninguna lujuria en mí, lo digo por ese empeño en darle papeles de mujer cañón), pero su papel no da para mucho y cae demasiado en el exceso. García Velilla ha declarado que este film nace de casos reales y de "que en la España de la nueva legislación del matrimonio homosexual haya gente que ha vivido una vida que no era la suya y que, al salir del armario, se ha visto obligada a construir una nueva vida". Y creo que la película, tal vez inconscientemente, acierta en esa mezcla de sofisticación ridícula (tal vez, haya cierto intento crítico de contemplar el barrio de Chueca, pero también es posible que se ma vaya a mí la olla) y caspa (la España real), con una utilización reiterativa del humor zafio, insultante hacia el diferente (Tejero, que interpreta un personaje a medida de su nula variedad de registros, alude a lo rico que es el castellano para ofender), con chistes de "mariquitas" mil veces oídos, pero que acaba siendo reflejo de la España de hoy en día, por mucho que se intente recubrir de una capa de modernidad. Se escuchan demasiados comentarios, quizás alentados por esa estupidez mediática de la derecha que habla de un lobby gay, sobre lo mucho que han ganado los homosexuales en este país. Es estupendo que la legislación recoja derechos obvios para colectivos que no los tenían, pero se olvida demasiado fácilmente el apartheid sociológico que todavía tienen que soportan los "diferentes" en esta España uniformada, de fútbol y pandereta. Y ahí, a pesar de la ligereza en tratar el tema, me parece que también acierta Fuera de carta, al poner sobre el tapete la cuestión de por qué los futbolistas homosexuales no salen del armario. La respuesta es obvia para cualquiera que haya acudido a un estadio y haya sido testigo de un espectáculo vergonzante.

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