miércoles, abril 16, 2008

Entre los directores que menciona Peter Biskind que cambiaron Hollywood, en su imprescindible libro Moteros tranquilos, toros salvajes, se encuentra uno que no es, creo, uno de los más conocidos. Se trata de Hal Ashby, perteneciente a la que Biskind llama primera generación (los nacidos en los años 30; una segunda habría nacido después de la Segunda Guerra Mundial). Ashby, que comenzó de montador, hizo una gran amistad con Norman Jewison a mediados de los años sesenta. Ashby trabajó en buenos trabajos de Jewison, como El rey del juego (1965) o El caso de Thomas Crown (1968), y hay quien considera que el montador aportó una fuerza a esos trabajos que nunca volverían a tener los films de Jewison. El punto de álgido de Ashby llegó en 1967 con el Oscar al mejor montaje por En el calor de la noche. Un considerable escándalo llegaría cuando el cachondo, y hastiado de trabajar, Ashby declaró a la prensa que usaría la estatuilla de tope para la puerta. El propio Jewison animó a Ashby a dirigir y acabó rodando The Landlord, que a la postre supondría el distanciamiento entre los dos directores por diferencias creativas. Esta modesta película hizo que llegara a las manos de Ashby el guión de Harold y Maude, bastante extraño, sobre un excéntrico joven de tendencias suicidas que inicia una relación con una mujer que podría ser su abuela. Para Ashby, era una historia muy propia de los sesenta, donde circulaban las ideas más innovadoras y brillantes. La película se estrenó en 1971 y las críticas no fueron buenas, duró una semana en cartel, aunque hoy es una obra de culto. No parecía tener un gran futuro Ashby como director, pero tendría posibilidad de rodar un guión de Robert Towne, sobre la novela de Darryl Ponicsan El último deber. El material literario original era un ejercicio antiautoritario muy propio de los años sesenta, donde dos miembros de la marina que deben custodiar a un pobre chaval que ha cometido un pequeño hurto acaban yéndose de juerga y, finalmente, desertando. Towne le dio un giro más pesimista y cuando contemplamos en la pantalla cómo finalmente Jack Nicholson y Otis Young acaban entregando al desgarbado Randy Quaid la película se hace aún más memorable. Este film de 1973 resultó una gran película y, para mí, se encuentra entre las mejores de esos autores que cambiaron el paradigma cinematográfico. Shampoo fue una comedia para lucimiento de la estrella Warren Beatty, pero de resultados interesantes. El regreso (1978), película con muchos puntos en común con Nacido el cuatro de julio, la adaptación que haría años más tarde Oliver Stone de la vivencias en Vietnam de Ron Kovic, fue una de las primeras obras cinematográficas en enfrentarse al fantasma de aquella guerra. Ashby, de nuevo, haría un gran trabajo en el montaje de esta película protagonizada por Jon Voight y Jane Fonda. Poco después, rodaría la prestigosa Bienvenido, Mister Chance, con guión de Jerzy Kosinski y protagonizada por el gran Peter Sellers. Como tantos otros directores, la estrella de Ashby se fue apagando entrados los ochenta. Me gustaría mencionar un interesante policiaco, 8 millones de maneras de morir (1988), con guión de Oliver Stone (polémicamente retocado por Robert Towne). Hal Ashby murió en 1988 de cáncer, con apenas 60 años. Merece la pena reivindicar sus trabajos.

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