domingo, mayo 11, 2008

Para los que crecimos leyendo tebeos de la Marvel, no deja de ser una curiosa vuelta a la niñez (reconstruida) la contemplación de las numerosas adaptaciones cinematográficas que esa compañía tiene en la actualidad (me parece que, incluso, ha sido salvada de la quiebra gracias a Hollywood). La indignante ausencia de ideas de los guionistas y las modernas posibilidades tecnológicas permiten trasladar fielmente el barroco universo superheróico a la pantalla. El imaginativo Stan Lee (creador de la mayoría de estos personajes), que hace divertidos cameos en todas y cada una de las adaptaciones, puede presumir de una cosa, los códigos que estableció en los años 60 para sus creaciones permanecen prácticamente intactos, casi medio siglo después, en sus versiones fílmicas actuales. Otro ejercicio nostálgico es recordar aquellas series televisivas de algunos de estos personajes, que, a diferencia de las películas de ahora, poco o nada tienen que ver con el material que les dio origen; un increíble Hulk con físico de culturista, más emparentado con programas tipo El fugitivo que con el cómic, o un hombre-araña que no pude contemplar en mi adolescencia (gran frustración, Peter Parker era mi héroe más identificable) al ser inédita la serie en nuestra televisión y estrenarse únicamente un par de largometrajes muy mal distribuidos. Era la época del Superman de Richard Donner (no sé si hace falta decirlo, pero el héroe kriptoniano pertenece a DC, la compañía rival de Marvel), quizá una de las adaptaciones más modélicas, con el equilibrio justo entre respeto al material fundacional y un leve tono paródico que compensaba aquellos códigos maniqueos, incapaces de sostenerse décadas después. Los personajes Marvel, posteriores a los planitos Superman o Batman, pretendían dar un enfoque más humano al universo superheróico. Spiderman era, en realidad, un adolescente con los problemas propios de su edad; los X-Men (llamados Patrulla-X por la añeja editorial Vértice) venían a ser un clandestino grupo de marginados por su condición de "freaks", por mucho que lucharan contra el mal; Los 4 fantásticos, como sabemos por sus actuales adaptaciones (muy "ligeritas" y por eso, tal vez, muy fieles al cómic) eran una familia que actuaba como tal... El superhombre extraterrestre, en aquellos tiempos, no parecía sufrir el paso del tiempo (cosa que sí ocurría en el universo Marvel) ni terminar de conquistar a su amada Lois (impagable la reflexión que hizo Tarantino en Kill Bill 2 sobre la identidad de Clark Kent), los tebeos del hombre murciélago parecían más preocupados por el contenido del cinturón del héroe, que le sacara de algún apuro, que por darle algo de humanidad al personaje. Tendrían que pasar bastantes años para que los cómics de la DC, con un universo tal vez más flexible debido a sus carencias y falta de coherencia, fueran capaces de reinterpretar sus personajes contando con grandes autores y aportando notables obras: es ya historia ese Batman, el señor de la noche de los 80, con un personaje crepuscular enloquecido situado en una Gotham decadente (producto de situaciones políticas y toda suerte de perversiones, que empiezan a aparecer en este tipo de historietas) enfrentado a un Superman convertido en una especie de supersoldado títere de un gobierno ultraconservador. Muchos aficionados al cómic sentimos que el muy cuidado y decepcionante Batman de Tim Burton no contara argumentalmente con un poquito del complejo material de Frank Miller. Pero en el siglo XXI las adaptaciones Marvel parecen ganar la partida a las de la DC (sin olvidar ese gran Batman Begins de Nolan, complejo e introspectivo al estilo Miller, y tirando a la basura el Superman Returns de Bryan Singer, convirtiendo al héroe en una irritante deidad). Iron Man creo que no fue uno de los personajes más relevantes ni carismáticos de los cómics marvelianos. Al menos para mí, un multimillonario todopoderoso que simplemente se ponía una armadura tenía menos atractivo que una ameba. Únicamente le recuerdo por su protagonismo continuo en la serie Los vengadores y ser objeto de la burla de algún cachondo personaje con apelativos del tipo "cabeza de lata". Sin embargo, como dije al principio, parece que los códigos de Stan Lee parecen intactos en esta cara producción protagonizada por un redimido Robert Downey Jr.: multimillonario dueño de una poderosa industria que fabrica, entre otras muchas cosas, alta tecnología armamentística, excéntrico, alcohólico (al menos, en la historieta, aquí se refleja algo el pecado, no por fabricar armas sino por ser un juerguista), es hecho prisionero por los malos (en los años 60, el vietcong, ahora un trasunto de Al-Qeda en Afganistán) y acaba adquiriendo responsabilidad (la frase favorita de Lee es "un gran poder requiere una gran...") construyendo una armadura hipertecnificada con la que se convertirá él en un superpolicía. La lectura es que fabricar armas para "preservar la libertad y la paz" no está mal, pero la cuestión es que pueden acabar cayendo en malas manos (que no son las del gobierno de Estados Unidos, por supuesto), por lo que es necesario concentrar el poder y la virtud en menos manos. Un argumento así, con excelentes actores como el ex-golfo Robert Downey o el aquí histriónico Jeff Bridges, podía haber dado lugar a una satira de aquí te espero. Desde que sufro algo así como el síndrome Starship Troopers, hago mal en esperar algo más de este tipo de producciones. La película, sin que tampoco se tome muy en serio a sí misma, no pasa de ser un divertimento discreto, correctamente realizado, y a veces irritante (la ambigua reflexión sobre la industria armamentística, la preocupación del fabricante cuando descubre que sus productos acaban matando "jovenes americanos", cuyas vidas todos sabemos que valen más que las de los de esos pueblos de no se sabe muy dónde). Tampoco se podía esperar mucho de un director con el curriculum de Jon Favreau. En fin, espero con ansiedad el nuevo Batman de Nolan (con un espeluznante y fallecido Heath Ledger como Joker), y tengo algo de curiosidad por el Hulk dirigido por Louis Leterrier, un especialista en un cine de acción tampoco demasiado atractivo la verdad, con un espectacular reparto, y donde este Tony Stark/ Iron Man interpretado por Downey Jr. hace un cameo, intentando tal vez darle coherencia a un universo cinematográfico en consonancia con el de su hermano de la historieta.

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