domingo, junio 14, 2009

Hoy domingo me entero de la polémica, una más, que han tenido las crónicas y críticas de Boyero, esta vez en el Festival de Cannes. Hace no demasiado, ya hubo una polémica con una serie de realizadores españoles, muy vanguardistas y "artistas" ellos, que acusaban al crítico de defender el cine hecho en el imperio y poco menos de cerrar la puerta a experimentaciones cinematográficas en este país. Mucho poder e influencia otorgan al peculiar crítico salmantino. No establezco yo fronteras tan nítidas en la creación cinematográfica, a la que siempre considero arte y entretenimiento en cualquier caso, y me resulta muy pobre la visión de los que lo hacen con tanta facilidad, para legitimar una obra propia en algunos casos. Hace muchos años que leo a Boyero y, frente a los que aseguran que interpreta un personaje, siempre he mantenido que se trata de un escritor sincero, visceral, amargo, ofensivo y apasionado a la vez, con sus manías personales, con sus "amores" y sus "odios", pero me parece siempre sincero y su "personaje literario" está estrechamente vinculado al "real". Tal vez no sea esa la cuestión primordial, pero la subjetividad, por encima del clasicismo o del academicismo, es defendible siempre en la creación literaria (así como en la creación cinematográfica). Boyero escribe, con talento, como piensa, así de sencillo. No es tal vez un crítico cinematográfico al uso, no desmenuza una película con pomposas frases técnicas o con una manida retórica, sino que nos cuenta con estilo propio cómo se ha emocionado, o aburrido, con una línea de diálogo, con una imagen o con una interpretación. Será discutible la forma, será muchas veces ofensivo para los realizadores (traspasando la línea de lo personal), pero no olvidemos que esas personas se exponen con su expresión cinematográfica y con su actitud pública a otro tipo de expresión, la crítica. Por supuesto, estoy de acuerdo en que la crítica a la crítica es perfectamente legítima, aunque las más de la veces creo que resulte tan baladí como pueril y solo alimente egos. Pero me parece que hay algo más. Frente al papanatismo intelectual, o más bien seudointelectual, que se da en este país (que es el que conocemos mejor), Boyero no se casa con nadie. Bienvenido sea alguien con la valentía y "subjetividad", frente a los aplausos "generales", de decir que Von Trier ha perdido definitivamente el norte (no creo que nadie inteligente puede tomarse en serio pretenda que lo encierren por decir esto), que el endiosado Almodovar hace tiempo que es un bluf o que la última obra de Guerín es todavía más aburrida. La pluralidad, alimentada por la controversia, y el cuestionamiento de los mitos son esenciales para una cultura más rica y poderosa.

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